Esta noche caminaba por el paseo de Manresa, vacio y con escaso frío, mi mente estaba inmersa en mi abuelo que está superando un resfriado que si no hubiera sido por mi madre que lo trajo al hospital en sus últimos suspiros, hoy no estaría con nosotros, piensas en los diferentes caminos que tiene la vida y como pequeñas acciones a simpel vista insignificantes pueden cambiar el curso de la misma.
–Ya iré mañana a veros.
Y tardas una semana o mucho más en ir, dedicando tu tiempo a cosas de menos importancia que a las personas que quieres. Mi abuelo esta vivo gracias a que mi madre fue a visitarlos, si no hubiera ido hoy nuestras vidas serían diferentes. El día que llegue el adiós de mis abuelos será un golpe muy fuerte, siempre y sobretodo de pequeño, en mi intimidad me he repetido sin poder aguantar las lágrimas, que antes quiero ser yo el que diga adios.
El curso de nuestras vidas depende de nosotros mismos y de los demás, da miedo como podemos influenciar el curso de las vidas, como tus actos perjudican o ayudan a otras personas, nos creemos insignificantes pero en realidad para las personas que nos rodean somos las personas más importantes, nuestros actos cambian sus vidas y los suyos cambian la nuestra.
–¡Cristo, déjame, Cristo déjame!
Mi mente vuelve al paseo donde dos niños de unos 13 o menos años se estaban agarrando del cuello, en realidad uno lo agarraba y el otro intentaba deshacerse del otro. No tenía claro si estaban jugando o a punto de pelearse, me acercaba a ellos, estaban en mi camino hacia casa, los gritos aumentaban, el chico llamado Cristo amenazaba a su víctima:
–Te voy a matar.
–¡Déjame, déjame!
¿Que ha pasado? ¿Me importa? ¿Tengo que dejar que se estén a punto de pelear? Son unos niños… mientras todas las preguntas como escusas se cruzan en mis pocas neuronas, un hombre que se dirigía en dirección contraria a mi decide separarlos, se pone en el medio y les dice que paren, se separan, pero Cristo le vuelve amenazar:
– ¡Te voy a matar!
El hombre sigue su camino, a cumplido lo que siempre sale de mi boca y yo no he hecho, ha ayudado a intentar eliminar los conflictos, a lo mejor si ese hombre no se hubiera cruzado ahora estarían por los suelos pegándose patadas y yo… yo he sido un cobarde, un bocas.
pero delante mio veo una bicicleta en el suelo, miro detrás y veo a Cristo acercándose, es su bici, pienso en pararme, preguntarle que ha pasado, ¿por qué quiere matarlo? ¿es necesario su odio?, tranquilizarle, intentar pacificar a un ciudadano, educar a una persona que mañana me puedo encontrar en cualquier lugar y si sigue tan violento perjudicarme.
Otra vez me he alejado, he dejado que ese niño se montara en la bici con su furia y empezara a pedalear con rabia hacia donde se ha dirigido el otro muchacho.
Llego a casa, y no hace falta que llegue el momento de meterme en la cama para pensar si hoy he sido quién quería ser, si he aportado algo bueno en el mundo, en mi entorno, para darme cuenta que hoy he sido un inconsciente, un irresponsable, un bocas, un cobarde, he sido un mierdas.